lunes, 14 de marzo de 2016

36 Años com representante oficial del Aikikai en Mexico Kuriat Y. Shihan



Hace un poco mas de 36 años el Aikido Doshu Ueshiba Kisshomaru Sensei representando al Aikikai dió el Nombramiento de Shihan (Instructor de Instructores) a Kurita Y. Sensei y lo envió a la Ciudad de México ese mismo año a ser el representante oficial en México del Aikikai, misión que ha cumplido fielmente durante ese tiemp
dirigiendo la Practica
Uke del Fundador



viernes, 11 de marzo de 2016

SEMINARIO DE AIKIDO KURITA SHIHAN VISITA KURITA JUKU AIKI AIKIDO CANCUN



 Kurita Shihan hará una visita al grupo de práctica de Cancún e impartirá un Seminario los días 21 y 22 de Mayo.
El link con la información general del Seminariohttp://aikidocancun.com/seminario.html
Link para su registro: http://goo.gl/forms/n23p4PDZ9N
Por lo que hacemos extensiva la invitación a todos ustedes, esperamos que nos acompañen a recibir Kurita Shihan en Cancún y participar de su Seminario, de igual forma nos den la oportunidad de practicar y convivir con todos ustedes.
Si requieren información adicional pueden contactarnos vía email a: coordinacion@aikidocancun.com

viernes, 29 de agosto de 2014

EL AIKIDO Y LA MUJER

Publicado en facebook por Aikido Universitas



EL AIKIDO Y LA MUJER

En nuestra sociedad existe una desigualdad jerárquica entre los géneros femenino y masculino que se expresa en prescripciones muy fijas y estereotipadas de cómo ser mujer y cómo ser hombre, con asignaciones de valor, de jerarquía, status y poder a cada uno. Bajo este androcentrismo se define a las mujeres como sostenedoras de lo emocional, de lo doméstico, de lo irracional, pasivas, etc. En cambio los varones son vistos como los sostenedores económicos, de la familia, con capacidad para las grandes decisiones, exitosos, etc. Todo esto se traduce culturalmente en la aceptación de una superioridad masculina e inferioridad femenina como realidad inevitable.
Una de las consecuencias de este planteamiento es la creencia a “pie juntillas” de que las mujeres, biológicamente, no son aptas para disciplinas como las artes marciales o bien creen que aquellas, podrían masculinizarla (perdiendo de esta manera la categoría de “objeto estético” al que han sido elevadas). La participación de las mujeres en el Aikido adolece del mismo problema social. No encaja una mujer en un arte marcial para el cual la fuerza muscular, la rapidez de movimientos y la agilidad mental son factores primordiales. A la vez, las que deciden practicarlo, tienen que luchar contra las descalificaciones a las que son sometidas.
Existe un gran rechazo social sobre aquellas prácticas que no coinciden con lo “femenino” (definido por suave y delicado), pues rompen con el modelo imperante pero con el cual todas nos identificamos sin ser totalmente conscientes del engaño al que somos sometidas. El Aikido por definición no contiene elementos diferenciadores entre mujeres y hombres, ni en las técnicas, ni en la vestimenta; además, en la lucha, la fuerza es prácticamente irrelevante para realizar un buen ejercicio marcial. Incluso, en la cultura japonesa, con sus rígidas normas, admitía la participación de las mujeres dentro de sus dojos.
En general, el propósito del Aikido es educar al cuerpo, a la mente y al espíritu, con el fin de lograr un desarrollo integral del ser humano. Desglosando lo que este arte marcial nos ofrece tenemos que, en cuanto a la salud corporal, los beneficios de la actividad física para las mujeres son interesantes: ayuda a fijar el calcio en los huesos; disminuye los síntomas de la menopausia; en el embarazo un cuerpo flexible ayuda en la hora del parto y en la posterior recuperación; los movimientos se hacen más sutiles y coordinados, a la vez que se aumenta la potencia física; en general se embellece el cuerpo. Esta mejora va unida al conocimiento de nuestra propia mente: ser conscientes de lo que pasa por ella nos permite gestionar de forma inteligente nuestros afectos. Cuando alguien sólo ha vivido con violencia, con carencia de afecto, etc., es más probable que sus respuestas sean también violentas, porque es el sentimiento que más profundamente conoce. La base del Aikido es la no-violencia, sus pautas van dirigidas a enseñarnos a vivir en armonía con uno mismo sabiendo enfrentarnos a sentimientos negativos como la ira, el miedo, la duda, la indecisión, el menosprecio, la vanidad, etc. Como metodología se utiliza el propio ejercicio, siguiendo la premisa “una acción es un pensamiento que se manifiesta”, por ejemplo: Si observamos que un movimiento es ejecutado con rabia nos da a entender: la falta de cooperación por parte del otro/a, su desconfianza, y/o su lucha por controlarnos. En cambio si el movimiento está hecho con determinación pero suavemente, todo fluye hacia un diálogo tranquilo, donde encontrar la solución más adecuada sea el “modus operandi” de la relación entre los individuos implicados. No se trata de camuflar nuestras emociones sino todo lo contrario, hay que expresar nuestro sentimiento a quien nos lo haya generado, pero es importante saberlo hacer de forma asertiva y respetuosa. Cuanta mayor coherencia exista entre nuestro pensar, nuestro sentir y nuestras acciones, mayor equilibrio, bienestar y libertad habrá en nuestra vida.
 El Aikido es una vía de unidad del cuerpo con el espíritu. Esto es, existe una comunicación entre nuestro interior (espíritu) y el mundo, que puede resultar enriquecedora si se sabe escuchar; ese diálogo se trasmite a través de la estructura corporal: Unos movimientos flexibles nos hablaran de un interior abierto a todas las posibilidades y retos que la vida nos ofrece; la resistencia al esfuerzo se traduce en paciencia y superación del sufrimiento; la agudeza en los reflejos, en la capacidad de observar todo lo que pasa a nuestro alrededor. Nos expresamos con el cuerpo, a través de él experimentamos la vida, nos movemos y sentimos por medio de él. Aquél es un instrumento al servicio del “Yo” y por ello, debe ser cuidado, mantenido, entrenado, e incluso conducido. Si somos incapaces de amarnos, de aceptar como somos (física y mentalmente), no seremos capaces de querer y aceptar a otras personas. Si no sabemos escuchar nuestro cuerpo, ¿cómo vamos a saber lo que necesita?. Pero es difícil escuchar cuando estamos llenas de obsesiones, ansiedades, cuando reprimimos nuestros deseos,... Al liberar las tensiones del cuerpo dejaremos de dañarlo y dañarnos, entonces tomaremos conciencia de nosotras mismas, de nuestras limitaciones y capacidades. Reconoceremos donde actuar si algo no nos agrada o merma nuestra salud. Además nos libraremos del mito de la belleza femenina, valorando nuestro cuerpo antes que querer tener el de otra persona; pudiendo ser sensuales sin que por ello estemos provocando a los hombres. Si una mujer se ve obligada a sufrir por su aspecto para sentirse valorada y respetada, para conseguir un trabajo, para integrarse en un grupo, entonces estamos confundiendo libertad y obligación.

Virginia Mayhew fue una de las dos únicas mujeres que fueron alumnas directas de O-Sensei, Morihei UeshibaVirginia Mayhew fue una de las dos únicas mujeres que fueron alumnas directas de O-Sensei, Morihei Ueshiba

Pocas veces, se tiene en cuenta que la práctica del Aikido puede ser un recurso para la educación, prevención, cura y defensa frente a la violencia contra las mujeres, sin embargo, son notables los beneficios que la práctica de este arte procura para la socialización y la educación, en igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.
La transmisión de valores como el respeto hacia el otro y hacia uno mismo, el autodominio, el coraje, la modestia, la calma, etc. son parte de las herramientas utilizadas para tal fin. Hay que destacar que estas enseñanzas nos llevan ha obtener mayor confianza en nosotras mismas, lo que es fundamento para una personalidad sana. Y no hablo de una confianza en sí misma ante una agresión o asalto, lo cual es una cosa accidental, sino la confianza que se necesita en las actividades diarias, ya sea en el trabajo, estudio, hogar y relaciones sociales.
Estar segura y tranquila con uno misma, es fundamental para poder decidir qué persona queremos ser y reconocer qué es lo que nos hace feliz, rompiendo con el autoengaño al cual las mujeres nos hemos venido sometiendo, dada la internalización de normas enajenantes como pueden ser: la culpabilidad, la falta de autoestima, incapacidad para identificar las emociones o bien para poder expresarlas, desconfianza ante nuestras propias capacidades, el poco respeto ante nuestro cuerpo, y así, hasta un sin fin de aspectos.
 El Aikido se basa en movimientos armónicos, éstos revelan los hábitos personales, nuestra actitud ante la vida y nuestra forma de enfrentarnos a ella. Nos descubre la manera en la que pensamos, percibimos, interactuamos y respondemos a situaciones cotidianas. Ser consciente de todo ello es primer paso para transformar en positivo aquello de nosotras que nos bloquea, nos daña o nos hace ser violentas. Cabe decir que los seres humanos aprendemos a ser agresivos de la misma manera que aprendemos a inhibir la agresión.
 Desde la práctica del Aikido se nos plantea nuevas maneras de encararnos con los conflictos y rompe con la idea de que sólo se puede crecer o lograr algo mediante la violencia. Evidentemente, no se trata de ser sumisas o reprimidas, sino de ser capaces de encontrar el camino más adecuado que guíe nuestras diferentes energías hacia una resolución no violenta de los desacuerdos. Es un hecho constatado que las víctimas de la violencia de género están presas de la angustia, la impotencia, el temor y la desorientación. Ven minada la capacidad de pensar con claridad, de concentrarse o de tomar decisiones. Por consiguiente necesitan recuperar el sentido de seguridad, de esperanza y de control sobre sus vidas.



El Aikido plantea una tarea curativa que consiste, en la búsqueda de la paz interior y en la recuperación de la fuerza para reconstruir un nuevo proyecto vital. Si la violencia contra las mujeres constituye una aberración que se alimenta y sobrevive en el entramado de nuestra sociedad, su erradicación nos concierne a todos y todas. Aunque ya en pleno siglo XXI, las barreras de género son menores que antaño, a las mujeres nos queda mucho por superar. Hemos de tener el coraje de entrar en los territorios que desde tiempos ancestrales, nos han sido vetados por el mero hecho de ser mujeres.
 Reiteramos que el Aikido es una filosofía de vida, no se queda en la técnica sino que la transciende para posibilitar el progreso del individuo. La manera en como lo practicamos no es más que una metáfora de nuestra vida y nuestras experiencias. Dado que, todas las actitudes y comportamientos están dentro del abanico de posibilidades de la persona, es responsabilidad nuestra elegir aquellas formas que conduzcan hacia una mayor armonía con nosotras mismas y con el resto de la humanidad.
 Para concluir recordar una frase de Morihei Ueshiba (fundador del Aikido):
“Conocerse uno mismo es conocer la misión asignada por el cielo. Cumplir la misión del cielo es ajustarse al orden del Universo(...)”.
Porque el verdadero rumbo de la vida está determinado desde nuestro interior, tenemos que autoconocernos, y una vez adquirido éste, hemos de autorealizarnos. Pues la verdadera libertad está en ser lo que uno es. 


Sandra Hernández León
Fuente: Takemusudojo